CONVERSANDO CON MI MEJOR AMIGO.


-¿Porqué lloras mujer?
Como si no lo supieras, pienso, bueno eso es lo que yo imagino, que él lo sabe todo de mi, como siempre está a mi lado observándome. Yo puedo saber muchas cosas de los demás con solo observarlos.
- Me siento sola, y quiero tener a Pepe ya en casa... 
Rompo a llorar a moco tendido y él no dice nada, me repatea que haga eso, cuando ya me duelen los ojos de tantos llorar me dice:
- Pero no lloras por eso, lloras porque tienes miedo, porque crees que no podrás superar la situación de verte pobre como los demás.
- Cállate!! Eso no es lo que me pasa.
Y se queda callado, ahora me hace que me hierva la sangre, siempre acierta, oye, no se que trazas se da, lo que yo digo...lleva toda la vida a mi lado. Y me conoce. Pepe vuelve a casa y estoy contenta de tenerle de nuevo aquí  ya son 20 meses fuera, 2 sin verlo, la familia se resiente...pero tengo miedo del paro, de estar sin  trabajo, de afrontar la vida sin recursos y ser una familia más de tantas que se conocen sus lamentables situaciones. 

- ¿Cuánto tiempo más vas a necesitar estar enferma para que hociques? 
Me saca de mi retahíla mental con su pregunta del millón.

- Te he dicho que no quiero escucharte ahora.
- Esta bien, revuélcate en tus miserias nena, y llora hasta que te quedes traspuestas a ver si el cerebro se te descongestiona y luego eres capaz de ver que tienes la fe en tu tejado. Que solo tienes que mirar a través de ella y verás lo que puede ser tu vida con dinero y sin dinero. Si fuese humano ya me habrías agotado, creo que voy a poner una reclamación al Jefe, cuando te pones en plan melona eres insoportable. 

- Que te calles!!!
Y ahora está aquí a mi lado, callado, y también eso me da rabia. Tiene razón estoy en plan melona, creo que sabe leer, porque cuando escribo esto le oigo agitarse y se lo que eso significa, está esperando que le de la razón. Y la tiene, tengo miedo, porque es más fácil sentir miedo que arriesgar a usar la fe. 

Señor, ayúdame a no dudar de ti, ayúdame a hacer buen uso de la fe que me regalas.

- Por fin  hija mía, menudo mendrugo me ha tocado custodiar, mira que te gusta ser y ponerlo difícil.
- Pero tú me quieres, no?
- Bueno, no es cuestión de que te quiera, pero es algo parecido al amor, de no sentirlo ya habría dimitido de este cargo. 
- ¿Se puede dimitir?
- A ti te lo voy yo a contar... No pararías nunca de preguntar, anda peínate y lávate la cara que ya llega la hora de ir a la compra y luego si vas tarde te estresas más.


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