¿QUÉ TIENES CONMIGO, JESÚS? Donde nadie me oye.


Hay preguntas que... uno se piensa una vida. 

Preguntas a las cuales incluso antes de formular  ya sabemos que vamos a obtener por respuesta. Preguntas necesarias que aún con las rodillas temblando y la voz entrecortada sabemos que hay que realizar.

Nunca me he explicado como la chica que fui, insegura y cargada de miedos en el fondo fue tan valiente para el amor. Era una suicida cuando me enamoraba, me lanzaba sin red a por el chico en cuestión. Nunca supe esperar, me faltaba tiempo para tener claro lo que sentía e ir de tiro echo a ver si era correspondida. Tan contradictoria esa conducta con mi personalidad. Hasta que llego Él.

Sabia que era diferente al resto, que era distinto y que lo que comenzaba a hacerme sentir pondría mi vida patas arribas. Él tenia todas las cualidades que yo buscaba y para colmo también me buscaba a mi. Desde el principio las preguntas se agolpaban, se acumulaban, necesitaba saber, saberlo todo de Él. Saber si de verdad era real, saber si iba a quedarse para siempre, saber si de verdad me amaba... Con voz solo lo dijo la primera vez, fue un susurro, una promesa eterna que me hizo arder de emociones que no supe catalogar, ni en mi cabeza, ni en mi corazón. El resto del tiempo su presencia a mi lado es indiscutible aún cuando apenas es palpable, se que está, observándome con esa mirada que conozco llena de infinito amor, dejándome hacer y disfrutando mientras me contempla como el eterno enamorado que no aparta los ojos de la niña de sus amores; así soy yo para Él, lo se, lo supe siempre.

Y aún así, cuanto me cuesta preguntar, cuanto...
¿Que tienes conmigo, Jesús? Que toda mi vida se pone patas arriba una y mil veces, que me asustas y me deliras, me gustas a morir y aún cuando mi corazón es puro torbellino de emociones contradictorias, nada tengo más claro en mi ser que soy tuya y que no hay otro lugar donde yo quiera estar más allá que en tu presencia. Dejándome ser contemplada, querida y deseando poder responderte de algún modo que te agrade, mi Dios, mi Creador. Hasta mis miedos son tuyos, nunca me he sentido más importante para nadie, como Tú me haces sentir nunca me hicieron, nadie lo hace. Y eso hace que tiemble a cada momento de esta relación nuestra, mi pequeñez no alberga entender como... Siendo Tú... Inviertes el papel y me mimas y me tratas como si fuera yo la diosa. 
¿Qué tienes conmigo, Jesús?

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