SALVAVIDAS.



Existen personas que son iconos vivientes de seguridad, personas que al relacionarse con el resto, son capaces de marcar un punto de partida hacia una nueva trayectoria para quien se deja salvar. 

Y digo se deja, porque no hay nada más real que el hecho de que nadie se salva si no es por pura inercia e iniciativa propia. 

     Desde que fui salvada por Él. Me redescubro cada día en una búsqueda de necesidad por salir de mi y buscar a quien está fuera. Es fácil reconocer a quien sufre, a quien está perdido en el remolino de sentimientos insatisfactorios. Llegar merece un esfuerzo, a veces grandísimo y una base de preparación, constancia y fe. Y después... Después está el impacto del choque, pueden surgir tantos acontecimientos colaterales que desencadenan en situaciones que no se esperan... El fracaso siempre acecha cuando el otro está tan roto o simplemente tan seguro de que no puede elegir otra opción. Que ningún salvavidas fuera de Dios puede sostener a flote un peso así. Entonces solo nos queda rezar y pedir a Dios una actuación directa al alma de la otra persona. Que le toque el corazón y que se deje libremente hacer. 

     Hay una cosa que me fascina de Dios, su capacidad de realidad. Imaginamos a Dios de tantas maneras, desde el típico ancianito de pelo blanco y largas barbas, pasando por un sin fin de comparativas, hasta imaginarlo como una esfera de luz y energía. Hace tiempo que dejé de preguntarme como era Dios, al menos físicamente. Después de sentirle llegar a mi vida y salvarme de mi misma en la persona de Jesucristo, me basta saber como me hace sentir. Como sea, ha pasado a ser una parte menos significativa de esta historia. Eso sí, es tremendamente real el modo en que se manifiesta a mi alrededor en caras reales. Tan real que a veces, según las situaciones en que me veo envuelta hasta miedo me da. Porque me conozco y se lo difícil, lo melona que puedo ser a veces y conozco muchas de mis debilidades. No quiero imponerme a esa realidad que Dios me confía. Solo Dios salva, aunque utilice medios y a trastos como yo. Y aún siendo Él quien actúa, es incapaz de mover un dedo si la persona libremente no lo pide. Nunca he conocido un amor tan real como este.
     Veo personas que intentan ayudar a otros y que caen en desilusión o desanimo cuando ven que sus esfuerzos caen en sacos rotos, a veces solo son percepciones. Porque ninguno de nuestros sacrificios son inútiles, aunque tengamos la sensación de haber perdido alguna que otra batalla.

     A veces tengo miedo, lo confieso. Porque conozco mis limitaciones, también lo prepotente que puedo llegar a ser y sé que si no tengo dominio y equilibrio en ello, puedo terminar por cagarla y creerme hasta que soy una buena persona, una especie de heroína en miniatura (difícil por mi tamaño físico, jeje) pero puedo llegar a creérmelo y eso sería malo. Somos meros instrumentos en manos de Dios, y tampoco me gusta mucho esta frase. Porque no me siento como un martillo o un serrucho en Sus Manos, no me siento utilizada por Dios, me siento valorada por Él. Saber que Él me considera, me tiene en cuenta para ciertos proyectos me ayuda a sentirme especial y a comprometerme aún más. Es un trabajo en equipo, y a veces ciertamente tengo miedo. De cagarla, de creerme mejor que otros y de mis fantasmas. Duele ver a las personas a tu alrededor hundirse, ver como se dejan ir. No es como verlo en las noticias, cuando el individuo tiene una identidad, ha solicitado ayuda, se le está ofreciendo y aún así se da por vencido... No tengo palabras para exteriorizar cuanto duele el alma. Aún así hay que seguir que seguir, levantarse y seguir. La última palabra siempre la tiene Dios es Él quien puede salvar. Todos los demás salvavidas somos reemplazables. Y Dios pone los medios, hace la pregunta y actúa frente a nuestra respuesta. Fuera de esta verdad, todo lo demás son triquiñuelas del maligno que anda negro por engancharnos y arrastrarnos a su terreno, lejos, muy lejos de la superficie.


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