CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO.




“Dejad que los niños vengan a mi”(Mateo 19,14)

Con diecisiete años comencé mi andadura como catequista. Me había confirmado en la festividad de la Virgen de Fátima y en septiembre con el nuevo curso escolar catequético cogí mi primer grupo de niños.  Era una adolescente aún en plena edad del pavo. Pero había descubierto algo maravilloso. Había un Amigo que me amaba, y que me daba alas para volar por encima de todas mis limitaciones.

Era el Amigo perfecto, siempre tenía una palabra que me salvaba, que me rescataba de cualquier situación difícil en que me veía envuelta y que además despertaba en mi algo que nadie había conseguido. Me hacia abrir la mente hacia diferentes puntos de vista de una misma situación. Por muy complicado que fuese el asunto, cuando le escuchaba y me dejaba hacer por Él siempre tenia una oportunidad de elección que me cambiaba la situación a algo mejor. 

Y yo quería que otros niños se aprovechasen de eso.  Que descubriesen cuanto antes esa amistad. Fui una niña con un gran mundo interior, había sufrido bastante si lo comparaba con otros de mi edad, y conocer a Jesucristo había sido como saltar al vacío y descubrir que mientras caes, puedes remontar el vuelo sin alas, porque siempre existió esa capacidad para elevarse por encima de todo lo que te pudiera alcanzar y herir. 

Ser catequista es para mi una devoción. No soy nadie especial, no tengo grandes dotes para casi nada, aunque soy capaz de meter mano a todo. Soy la persona más inconstante que te puedas echar en cara y me canso de casi todo. Pero si hay algo de lo que puedo presumir, es de sentirme amada por la única persona que jamás me ha negado. Que nunca me ha dejado en la estacada y eso me empuja a no querer perder la ilusión y el celo por la evangelización. Poder decir en cualquier momento a quien sea la única verdad que en veinti tantos años es la base para mi libertad, mi estabilidad, para creer contra toda esperanza. 

Jesucristo verdaderamente es ese Amigo que nunca falla. Y en la medida que te dejas acompañar por Él, tu vida cambia. Cambia por encima de todo lo demás establecido pues Dios solo hay uno y Él mismo se da a conocer. A mi se me dio en plena pubertad, y ni un solo momento de los que han ido llegando luego me ha decepcionado, por muy mal que se pusieran las cosas. Por eso mi prioridad ha sido siempre la de compartir esta experiencia, esta alegría, este saberme y saberle a un mismo tiempo.

Y por supuesto siempre dentro de la Iglesia Católica. Incluso cuando los acontecimientos me han echo ver que quizás la Iglesia adulta se equivocaba. Incluso sin estar de acuerdo, no me he apartado. He protestado. He pataleado. He buscado respuestas, hasta me he cansado y he aparcado un rato a mirar el paisaje, pero luego he seguido caminando dentro.  A veces a sido fácil y otras ha sido un puro infierno. En cada etapa de mi vida he tenido persecución por mi fe. Dentro de la propia Iglesia y también fuera. Y doy gracias a Dios por permitir esa persecución, porque sin ella, seguramente jamás hubiese perseverado en esta relación.

Hoy estoy en otra de esas batallas internas que me dejan echa polvo. Se quien está detrás de todo y me da una rabia de cojones cuando se mete dentro y dinamita hacia fuera, porque que difícil es entonces la conquista. Me se bien posicionada, en el lado de la verdad y no voy a perder los nervios. No me voy a impacientar, voy a mantener la calma y esperar.

Y es que con la Iglesia hemos topado. Jejj...
¿Cuántas veces no habrás oído esa expresión cuando alguien a querido argumentar los errores de esta, o las limitaciones, o mil acusaciones en contra de ella? Pues esta frasecita fue la que me saltó a la cabeza esta semana cuando me vi en la oficina del cura de mi parroquia metida en una conversación que no me iba a llevar a ningún sitio, pero que estaba aconteciendo.

Por un lado la Iglesia adulta diciendo que los niños que no asistan a misa no pueden seguir siendo formados en catequesis. Por otro la realidad que hay en mi parroquia familias-sacerdote. Familias que van a misa a otras parroquias, por falta de entendimiento. Me atrevo amparada a la luz de la fe a decir que por culpa del buen trabajo del Maligno de meter mierda. El caso es que mi parroquia y el barrio en un campo de batalla donde el tío del rabo se lo está pasando de puta madre. Seguramente tú de esto también sabes un rato. Y si no ya te lo digo yo. Dentro de la Iglesia como fuera en el mundo, los enemigos de la fe no descansan nunca, y siempre andan enredando. Influenciándonos a todos para que no lleguemos al entendimiento no solo entre semejantes, también para evitar que podamos descubrir la verdad.

Pues ahí estábamos el grupo de catequistas  escuchando del cura las novedades. Y en medio yo con mi pequeño grupo de siete niños de pots comunión. Quienes somos catequistas veteranos, sabemos que según van llegando las nuevas generaciones cada vez cuesta más conectar con los peques. El mundo comienza a catequizarlos antes que sus padres nos los confíen para la comunión. Y no solo combatimos contra el pequeño número que viene para hacer su Primera (y última en mayor porcentaje) comunión. Si no que además los niños que llegan ya vienen con serios problemas des-estructurales, familiares, sociales, niños con pensamientos, vivencias, responsabilidades a menudo demasiado avanzadas para su edad. Ellos merecen toda nuestra dedicación, toda nuestra atención, los niños siempre serán niños. Y los mayores tenemos la responsabilidad de acoger, proteger, enseñar.  La Iglesia abriendo puertas, no exigiendo una conversión tan prematura a aquellos que aún no tienen madurez de elección. Los padres responsabilizándonos de acompañar a nuestros hijos mientras esa madurez de elección llega y permitiendo que descubran las posibilidades que tienen como individuos ajenas a las nuestras propias. Es difícil, no imposible.

Llevo dos días muy cabreada, disgustada, a ratos desesperada, porque la situación en que me veo envuelta me saca de quicio. Ver lo fácil que pueden ser las cosas y lo complicado que las hacemos los mayores. Es como para escribir una novela, por desgracia son casos reales. Y cuando te tocan cercanos... Yo que soy muy mal hablada, lo digo como lo siento... Me joden.

Entonces en mitad de mi tribulación y berrinche me siento un rato en silencio y Él sonríe. Me dice que no me impaciente por pequeñeces, que detrás siempre está supervisando y me recuerda que quiso decir a sus discípulos aquel día. Me recuerda que quiere decirme a mi hoy con los acontecimientos que vivo. 
"Tu responsabilidad para conmigo es que te dejes hacer. Necesito de ti, de tu locura juvenil que conecta con los más jóvenes. De tu madurez para razonar y exponer a los que necesitan de corrección a veces. De tu incansable manera de amar para que perdones. Te necesito sin rendición, mediando, dando a conocer como te sientes al estar conmigo, solo eso, si es que no se trata de más, el resto... déjamelo a mi."

Así que aquí estoy. 
No me rindo. Me canso, a veces no atino a ser asertiva y la cago. Pero mi vocación y Él me llevan siempre hacia delante. Y a ti te digo que si vives algun acontecimiento parecido, no te aburras, no te irrites, no desfallezcas... Dios sabe más, puede más, permite los obstáculos y proporciona las soluciones.




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