HEREDARAS LA TIERRA... SI EL ESTADO TE DEJA...


"Esto de heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto" (Miguel de Cervantes)




En la sociedad actual que vivimos. 
Me pregunto. 
¿A quién hay que ir a pedir permiso para llorar tu perdida? 
Va a hacer un mes que murió mi madre y ni llorarla puedo. 

Como si de una ironía de estar vivo se trate, llego a casa, me pongo a desayunar ante el televisor y están hablando de impuestos de sucesión, por lo visto en España los más "pringaos" y "explotaos" con este puto impuesto, somos los asturianos y los andaluces... Manda huevos.  
¿Estamos realmente con el Norte perdido? ¿Tanto como para que hasta morirse sea un lujo? 
Sí, sí, no hagas figuretas, pronto hasta tendremos más miedo a morir por el problema que dejamos a los nuestros, que por dejar de vivir.
Ya que morirse es algo inevitable, los abusadores están ahí, siempre detrás de los pasos estrechos para asaltar al peregrino. Pues nada, pasemos que mientras podamos caminar, si nos quitan la alforja, al menos nos quedará la vida para contarlo. 
Pero que injusto y que borregos somos. Admitiendo con la pasividad, el abuso que impone el peso de la ley a su total convenio. 
Como decía un amigo hace unos días, el sistema está de tal modo estipulado que solo los de la élite prosperen. Al obrero de a pie solo le queda la dignidad de su trabajo y el orgullo de saberse en la limpieza de como realice éste. 

Tengo el córtex cerebral empezando a hacer burbujas como si de refresco con gas se tratase y pasando del gris al rojo intenso por el calentamiento.
No puedo permitirme el lujo de pensar en mi madre, en que ya no está, eso me romperá y aunque necesito llorar un diluvio, ni eso me dejan. 
Primero fue las horas despues del fallecimiento y el pulso con el seguro de deceso. No se hacían cargo del entierro porque mi madre había muerto en un pots operatorio de corazón, y había un puta clausula de enfermedad añadida al contrato.  No deseo a nadie, lo que pasé en esas horas. 
Mira, yo estaba preparada para la despedida. Llevaba meses preparándome, sabía que esa operación no saldría bien, de hecho estuve preparando a mis hijos para ello, al resto de la familia, incluso estas navidades hicimos algo especial por si era la última. Pero para lo que no estaba preparada era para mantenerme en pie y sostener a los míos y ademas combatir cuerpo a cuerpo contra agentes de seguros que me decían que después de 68 años de pagos, mi madre había intentado cometer fraude a su empresa. Te dicen que hagas lo que creas conveniente, en cuanto a demandar, y te cuelgan después de más de horas de llamadas y pulsos a codo levantado. 

Y empieza la segunda guerra mundial, con los daños colaterales de la primera que acabas de perder.
Tienes que buscar una funeraria que puedas costear para que alguien consiga sacar el cuerpo de tu madre del mortuorio del hospital. Pienso en mi parcela, en la tierra donde vivo, en lo fácil que sería coger el cadáver de mi madre a pulso, llevarlo a mi casa y enterrarla en mi propia tierra, sembrar preciosas flores de esas que tanto le gustan encima y seguir respirando. Pero el sistema funciona tan lejos de eso que... Me encuentro con que si no tengo un cierto dinero reunido, nadie hace nada. Y las horas pasan y pasan y no solucionas nada. A todo esto tu padre (enfermo y pidiendo a Dios no le de otro infarto u otro ictu) empieza a desesperar, y tu hermana pequeña te mira con esos ojillos que son tu vida, y te dice cargada de un sentimiento que matarías por que no sintiera en ese instante: Gordita haz tú algo, porque yo ya no me entero de nada, estoy bloqueada. 
Recuerdo ese instante como si lo tuviera marcado en la memoria primera y lo acabara de vivir una y otra vez. Una fatiga del estomago hacia arriba, un vértigo como si me fuera a desmayar, mirar a mi alrededor, ver mucha gente, querer que mi madre entre en ese momento en escena y me saque de allí. Y darme cuenta que tengo en casa un marido haciendo de padre de sus hijos, y un padre que es como mi propio hijo en ese momento, una hermana que siempre lo fue, mi hija primera; y un testigo de matriarca que me acaban de pasar y que no tengo valor para sostener en la mano, pero que está ahí como adherido a ésta.
De verdad que no le deseo esa experiencia a nadie. 
Y cuando consigues que alguien venga a hacer su trabajo por una oferta que piensas que podrás pagar, crees que podrás respirar un poco, pero no.  Don dinero es el Amo de este tiempo. Y no te dará tregua, no para que vivas, porque quiere de ti lo único que no tienes en venta, el alma. Y si no la consigue por las buenas, te la reventará dentro. Y esa es la única verdad.
Y entonces buscas a Dios, deseas verle aparecer como un soldado armado a pelear por ti, pero Dios guarda silencio, le gritas dentro, con ese grito del alma que tiene linea directa, pero está fuera de conexión o eso es lo que a ti te parece. Y escuchas al otro, como se ríe de ti, de tu alma y de toda la situación y como te dice que ni siquiera quiere comprarla ahora, solo ver como te mueres de pena sola sin Dios en ese momento. 

Miro a mi padre, el hombre que siempre a sido la imagen más cercana de Dios para mi. Y parece un pobre niño indefenso, y soy incapaz de expresar lo que experimento. Le sujeto del hombro y le toco su barba "tranquilo papá, no te preocupes por nada, lo tengo controlado, yo me encargo de todo. Tú solo prométeme que si te notas algo a parte del dolor de este momento me lo dirás,  porque puedo enterrar a mamá, pero no podré hacerme cargo de dos entierros si la cascas ahora también" Y es como un chiste de clase B, pero nadie hace ni intento de sonrisa, mi padre me dice como si le hubiese recitado un versículo de la biblia: "yo estoy bien, tú preocúpate solo de solucionar esto, que yo estoy bien" Y yo le digo "entonces no pasa nada, tranquilito que ya me encargo yo".

Y sigo encargándome.
Pero cada vez es más difícil y estoy más cansada. 
El sistema cierra puertas, pone candados, hasta a tus propias puertas.

Dios te abre ventanas. Al final se solucionó lo del entierro.
Pero el estado está ahí, con sus leyes establecidas, las mismas que te dan derechos y luego van a pasárselos por los forros de Don dinero, y tienes que hocicar sí, o sí. 
Ahora tengo que pelear por lo único que ha quedado, los 3000 metros de terreno donde vivimos las tres familias... Heredaras la tierra, sí, si el estado te deja. 
Lo que más duele, más que saber que no puedo hacer frente económico a lo que van a pedirme de impuestos de deceso y plus valia, es que mi pobre padre vive para sufrirlo, pese a que intento que no se de cuenta de lo que nos viene encima. 
Estoy reventada, no voy a mentir. 
Pero tampoco rendirme. 
Hay una frase que define a mi viejo, que llevo dentro, en el núcleo más interno de lo que soy, es lo que he mamado desde la teta de mi madre hasta este día. Mi padre siempre ha dicho, un hombre sin tierra no es nadie. Y me ha inculcado esa pasión a la tierra de siembra, a tener un lugar en el mundo donde enterrar los dedos de los pies y sentirla, caminar descalza por ella y sentirme parte de algo mucho más grande que yo. Esa misma tierra que descubres que pese a haberla pagado y regado con el sudor de tu frente y la constancia de una vida, no puedes dejar en herencia a tus hijos. 
Voy a pelear con los recursos que tengo y los que Dios quiera ponerme al alcance. Y no voy a desfallecer, aunque a ratos crea que ese será el resultado. Porque esa tierra ya dio hace mucho su fruto y fue recolectado y nadie puede quitarme esa experiencia ya, ni hacienda, toma ya, jejj...

Cuando tenia 18 años salí con mi vieja montada en un coche pagado de un concesionario. Con un precio que ni mi propio jefe podía permitirse entonces. Recuerdo que él me dijo al verme subida en el coche nuevo que no podría mantenerlo(tenia razón) en ese momento solo le dije: Al menos ahora lo es y sé que es mío, no del banco. Y lo disfruté por diez años, como nadie disfruta de las pequeñas cosas, porque para mi era eso, algo pequeño y caduco a lo que sacar jugo.
Y sé que sentí, y como era la cara de mi madre de copiloto mientras hacíamos los primeros metros de rodaje de aquella maquina. Ella se fue con ese sentimiento, heredamos juntas la tierra, y ya nadie puede hacer que no sienta en las plantas de los pies el hormigueo del tacto a tierra mojada.  

¿Qué te quiero decir con todo esto que te cuento?
Que espabiles.
Que verdaderamente los caminos del Señor no son nuestros caminos y que no vas a adelantar nada atesorando en esta vida cosas materiales, ni para ti, ni para los tuyos. Otros llegaran que de lo que guardes se adueñaran.

Vive, como lo que somos, libres, de peso de alforja. Enseña a vivir a los tuyos para aquello que hemos sido llamados a esta vida, que nadie ponga techo entre el cielo y nuestras cabezas, al menos un techo que frene. Porque pobres siempre habrá para fortuna de nuestros corazones, y ricos también, y leyes injustas... y alguna que nos salve. Pero en el trayecto de vivir, lo que cuenta es eso, hacerlo y como lo compartimos con los nuestros.

Yo heredé de mi madre algo muy bello, el modo en que vivía el instante, y eso no hay Estado que me pida un % estipulado como impuesto de sucesión. Es más, ni siquiera mis propios estados de melancolía pueden anular ya la tierra que en mi memoria está sembrada con la experiencia de lo que viví como legitima heredera de su vida. Donó tantos momentos que ahora me alimentan, que no necesito otro pan para mantenerme en pie, sin rendición.





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