Medio Año y sumando.


La esencia de la ciencia: formula una pregunta impertinente y estarás camino de la respuesta pertinente. (Jacon Bronowski.)


¿Vivir? ¿Para qué?
¿Sirve de algo vivir tras la tempestad donde quedaron todos tus anhelos sumergidos bajo los restos de la realidad y una fuerte capa de espuma de mar?

¿Le sirve al Fénix realmente resurgir una y otras veces de sus cenizas, si es el fuego el futuro de sus elecciones?

Mientras paso la tarde en la piscina con mi hijo, intento apartar estos pensamientos tan negativos de mi mente. 
Odio esa gente pesimista que dicen que no esperar nada evita decepciones.
Yo estoy muy jodía. Pero si no esperase un porvenir...mejor... no dudaría en quitarme de en medio.

Hoy hace medio año del último día que pasé con ella. La velé toda la noche, mientras hacíamos planes, mientras nos reíamos recordando cosas, mientras dormía... Yo sabía que no saldría bien. No dije nada, pude hacerlo, insistir, ir contra el destino, que se yo... Ni siquiera le di un beso de despedida antes de entrar a quirófano. Fue mi modo de enfrentar la realidad que me partía el alma como mil dientes a dentelladas.   

Mi único consuelo hoy es ver el deterioro de mi padre, menuda ironía, aquello que me está aplastando es también mi razón de ser. Papá está cada vez peor, no hay quien lo soporte ya, agresivo, cerrado de mirar, cada vez más se aleja de lo normal y se aproxima al perfil de alguien que vive en un mundo paralelo. Viendo el mundo desde una ventana suya y ajena a la realidad del resto. Y yo me encuentro ahí como un postigo intermedio entre los que no se asoman y él. 

(Cuando leas esto Marichu, no quiero que te sientas culpable de esta situación, yo no te culpo. Aunque las cosas estuviesen de otra manera y tu aquí en casa, no podrías con papá. Nadie puede con él. Ni siquiera se si yo a este ritmo podré. Pero quiero que tengas claro que no te culpo. Mamá era para ti. Papá para mi. No hay nada más que hablar. Así que tranquila orejas, quiero ver esa sonrisa en tu cara que me dispara resortes dentro que nadie más puede en este planeta. Te quiero como nunca he querido a nadie, eres mi hermana favorita, jejeje)

Soy esclava de mi propia realidad. 
He sido forjada desde muy joven para soportar esto. Soy de esas personas que piensan que las elecciones nos llevan a nuestro destino. Pero este a su vez ya está marcado desde mucho antes de que existiéramos. 

Mientras escribo este post, las respuestas a la preguntas iniciales acuden por si solas, como las palomas a comer a las manos llenas de arvejones.

Mi hijo sale de la piscina un rato después que yo. Entra al baño a quitarse el bañador y desde dentro me llama con un deje de sorpresa y exclamación. 
— ¡Mamá, mamá! ¿A qué no sabes una cosa? 
Estoy justo en ese momento escribiendo la octava frase de este post.
Me detengo y le pregunto que quiere mientras miro para la puerta del baño que sigue cerrada.
— No te lo vas a creer, ¿adivina qué?
Me quedo esperando la respuesta mientras repito en interrogativo la última palabra.
Entonces le oigo decir con un tono de orgullo de ese que es facilmente reconocible a su edad. 

— Que me están saliendo pelos en los huevos ya. 
Aguanto la risa, ésta de pronto aparta toda la pena que me invadía una milésima de segundo antes. Sin dudas las respuestas llegan solas. Aguantando aún la risa le gritó.
— No me lo puedo creer, a ver, enséñamelos. 
A lo que inmediatamente me responde.
— Si hombre, mamá, lo que tú digas, vamos, ni soñarlo.

Y dejo ir mi pena en una risotada camuflada. No importa el dolor, ni la desesperanza, ni la apatía, mientras estamos vivos, la vida se encarga por si misma de ir abriéndonos caminos.

Algunos tan dispares como estos míos. 
Pero funciona. Joder, que si funcionan. 
No hay mayor motivo que mirar de frente a las circunstancias y poder decir: Tengo una razón, ver a mi hijo con los huevos peludos y convertido en todo un hombre. 

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