A quien a buen árbol se arrima...

Naturaleza, Árbol, Al Aire Libre, Hierba, La Infancia

"Ser feliz significa el poder percibirse sin horror"(Walter Benjamin)


El Evangelio de hoy es uno de mis favoritos.
Es normal, debería ser una mendrugo para pudiendo elegir, no quedarme con uno de estos en que Él se entrega de un modo tan directo. En verdad sus palabras siempre son así, directas y poco dadas a la interpretación, pese a que cada cual luego le de la que mejor le convenga según situación propia. 

Te decía que es uno de mis favoritos y tiene su historia. Fue el que se proclamó en una de las Eucaristías que de algún modo cambió conceptos en mi cabeza que yo tenia ya clasificados y bien asentados sobre Dios, y la religión. Nunca me he casado con nadie, ni con Pepe, por encima de lo que para mi es el deber y el sentido que le doy yo a la responsabilidad personal.  Así que... jejj. Que alguien me diga estas palabras, como en el evangelio, joooder... o me lo demuestra, o las lleva claras. Porque yo, se de renunciar a mi propia voluntad en favor del otro, así que no me ando con tonterías. 

Cuando escuché estas palabras: "(...)al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado(...)"me violenté. Porque la entendí al pie de la letra y era una realidad muy heavy, tanto, que no podía creerla. No encajaba con el buenismo burgués que veía en la gente que se declaraban creyentes. Ni siquiera con aquellos católicos Santos, esas buenas personas (las que menos) que entregaban su vida a los demás sin guardarse nada para sí. 
Lo cierto es que salí que me las pelaba de aquella misa, muy cabreada, sentí que me querían tomar el pelo. Venderme un Dios bueno al que mantenían vivo un número considerado de fanáticos que en el fondo eran más falsos que unas Nike de un bazar chino.

Encima el Tipo era Chulo que te cagabas, y yo alucinaba, porque nadie parecía verlo desde mi perspectiva. Oye, que te decía así de fresco eso de: "(...) El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis (...). Eso fue lo que me tocó ya la moral pa rematar. La gente salia muy contenta de aquella celebración y yo me sentía más cabreada aún, no entendía que veían de bueno en ese evangelio. Ni siquiera tenía palabras bonitas y consoladoras que es lo que mejor le viene a la gran mayoría para acomodar su hipocresía. Noooo, este Jesús era chulo, pero pa reventar, tan seguro en su mensaje, que a mi me resultaba prepotente hasta el extremo. 

Y así armada con toda mi mala leche y la ametralladora del juicio ajeno sin echar el seguro le enfrenté.  Cara a cara, quería verle, no que me lo contaran, no que me lo enseñaran a través de escritos y de doctrinas que a saber quien coño las había escrito. Quería ver si era verdad que existía un Espíritu Supremo que todo lo perdona, que en su conocimiento todo lo excusa y lo transforma. Y desde luego iba a tener que ser muy bueno porque yo no me conformo con medias tintas. 

Y... ¿Tú sabes ese dicho que dice: ten cuidado con lo deseas porque puede cumplirse?... Manda huevos... pues a veces pasa. A mi me pasó. 

Jesucristo me salió al encuentro y me pegó tal bofetada con la realidad más bestia que nadie sabía de mi, que... en el primer enfrentamiento me dejó echa polvo. Sin intermediarios. Y luego se mantuvo por años en su lugar, esperando que yo sintiera verdadera necesidad de buscarlo. Poniendo medios en mi camino, personas, situaciones, muchos momentos de soledad de los cuales he ido aprendiendo, acontecimientos que han confirmado aquella experiencia primera. Porque cuando te miras en sus ojos, jamás olvidas ese momento, es una realidad tan bizarra... que no cabe en cien mil doctrinas, ni dos mil años de historias, ni en todas las religiones existentes. 

Aún así yo camino y permanezco en la religión católica. Fiel a su palabra, confiada en su aptitud para conmigo cuando jamás me hace asco pese a quien soy. Él es el Único que siempre tiene abrigo para mi. Siempre. Por eso yo vuelvo, lucho mis batallas diarias y vuelvo siempre a su sombra, donde Él me recibe como a la niña de sus ojos. Me muestra sus sentimientos por mi y alimenta mis ganas de querer ser mejor persona en favor de la gratitud de sentirme amada de ese modo tan desinteresado por su parte. Aunque no siempre lo consigo. Eso no evita que lo siga intentando, mientras tenga tiempo... sé que me podré levantar y volver a intentarlo. Él es el árbol recio y firme donde yo me siento segura y columpio todas mis esperanzas. 



En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás; pero, como os he dicho, me habéis visto y no creéis.
Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día.
Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

(Jn.6, 35-40)

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